¿Es la parte social la más importante de la inversión ESG?
Puntos clave:
- La integración de factores sociales puede construir carteras de inversión a largo plazo más sostenibles
- Las empresas que tratan bien a sus empleados y minimizan los costes sociales de sus operaciones deberían beneficiarse al tiempo que contribuyen a mejorar el bienestar social en general
- La inversión activa y responsable es la clave para entender cómo los factores sociales pueden contribuir a un retorno sostenible superior a largo plazo.
La economía es una ciencia social. Es el estudio de cómo las personas gestionan colectivamente recursos escasos para generar bienes y servicios que satisfagan las necesidades básicas y de otro tipo, y las empresas son componentes clave del ecosistema económico y social.
Las propias empresas son construcciones sociales: tienen sus propias organizaciones, interactúan con otros mediante la compra y la venta, y contribuyen al funcionamiento y el bienestar general de la sociedad. Al igual que es importante que los inversores piensen en la interacción del comportamiento económico humano con el medio ambiente, es igualmente importante pensar en cómo la producción y el consumo tienen un impacto en el bien social. Tener un prisma «social» en el análisis de la inversión es invertir bien. En este momento, dado que las rentas reales se ven afectadas por la elevada inflación, es más importante que nunca entender la huella social de las empresas en las que invertimos.
Los retornos de las inversiones a largo plazo en los mercados de renta variable están impulsados por el crecimiento de los ingresos corporativos y la rentabilidad. En crédito, estos están determinados por la solidez del flujo de caja y la salud de los balances de los emisores. Detrás de todo esto está la dinámica de costes e ingresos. Integrar la consideración de los factores sociales en la comprensión de las curvas de costes e ingresos de una empresa, así como sus operaciones y estrategia generales, puede dar a los inversores perspectivas adicionales y, por tanto, potencialmente ayudar a construir carteras de inversión a largo plazo más sostenibles.
Hay tres dimensiones a este respecto: Comprender los riesgos y eficiencias que pueden identificarse en la curva de costes; evaluar el potencial de impulso del crecimiento de los ingresos a través del atractivo social de los bienes y servicios; y analizar las contribuciones no financieras al bien social general. Toda actividad económica es el resultado del comportamiento humano, el cual afecta al bienestar humano, por lo que la «S» de los criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobierno corporativo) es posiblemente la dimensión más importante. Después de todo, nos preocupamos por el cambio climático debido a su impacto a corto y largo plazo en nosotros y en nuestra capacidad para mantener una sociedad unida, saludable y económicamente viable.
Entender los riesgos sustanciales
Juzgar si una empresa es una inversión viable requiere una comprensión de la estructura de costes y los riesgos sustanciales a los que se enfrenta dicha empresa. El uso de un marco ESG permite a los inversores identificar los costes y riesgos importantes no financieros asociados a las operaciones de una empresa. La cuestión entonces es si esos costes se internalizan y tienen un impacto significativo en la cuenta de resultados. Ya estamos viendo cómo se internalizan los costes de las emisiones de carbono; las metodologías son cada vez más robustas y el marco político proporciona una estructura sólida para poner un coste en dólares a estos riesgos. En el ámbito social es más difícil, y para los inversores responsables supone todo un reto desarrollar un enfoque más sólido para identificar los riesgos sociales y su posible coste financiero.
La gestión de la mano de obra de una empresa (un activo clave en cualquier negocio) es quizás el punto de partida. Áreas como las políticas de remuneración, las prestaciones, las condiciones y el desarrollo de la mano de obra pueden contarnos mucho sobre la calidad de la gestión, pero también son áreas en las que pueden existir riesgos. Una empresa que paga un salario mínimo, utiliza contratos de «cero horas» y solo ofrece prestaciones mínimas, como la remuneración por enfermedad obligatoria, probablemente tenga una mano de obra menos productiva que un competidor que valore más su capital humano. Las implicaciones de los costes podrían ser altos niveles de rotación de personal, huelgas o litigios en el ámbito de las relaciones laborales.
Hoy en día, la inflación es elevada y el crecimiento salarial real es negativo. Las empresas se enfrentan a mayores costes de producción y, por tanto, tienen que aumentar los precios de venta. Cómo se gestiona esto, el impacto en los empleados mediante acuerdos salariales y el impacto en los clientes a través de los precios es importante. La dirección que comprende las implicaciones sociales de las decisiones tomadas en este entorno podría verse recompensada en última instancia por la preferencia de los clientes y los inversores
La salud y la seguridad también deberían ser un centro de atención. Resulta evidente en la fabricación, donde puede haber riesgos físicos para los trabajadores. Pero en todas las empresas, proporcionar apoyo a la salud física y mental de los empleados no solo puede aumentar la productividad, sino que reduce los riesgos de litigio.
Más allá de la mano de obra inmediata, también es importante entender si hay riesgos de capital humano en la cadena de suministro. Históricamente, la industria de la confección se ha visto afectada por la preocupación por el trabajo infantil en los proveedores de textiles de los países en desarrollo.
Existe un mayor enfoque en la diversidad como medio para aportar un mayor valor a una empresa a nivel de empleados y de gestión. Las ideas extraídas de personas de diferentes orígenes y con experiencias contrastadas pueden impulsar el crecimiento y ayudar a la innovación. Los inversores deben analizar la diversidad de una empresa, cómo fomenta la innovación y el desarrollo de ideas, y cómo su estrategia de recursos humanos permite identificar fuerzas que actúen en contra de la inclusión y la apertura.
Existen métricas que pueden utilizarse para juzgar la calidad de la gestión del capital humano, pero también es importante involucrarse con las empresas en la cultura. Los equipos directivos que colaboran con sus empleados regularmente, fomentan la diversidad a todos los niveles y estimulan el desarrollo deberían correr menos riesgos que una empresa que preste menos atención a estos aspectos, y podrían ver beneficios en términos de atracción y retención del talento.
Evaluar la huella social
La gestión del personal por parte de una empresa no es el único aspecto importante desde una perspectiva social. También es importante cómo sus productos y operaciones afectan a la sociedad. Los inversores también deben prestar atención a temas como la responsabilidad de productos, los posibles riesgos para la salud, la privacidad de los datos y la responsabilidad financiera. Son cuestiones generales que abogan por un enfoque activo a la inversión responsable. Solo entonces los inversores podrán evaluar el impacto sustancial de los riesgos para la empresa del impacto social de sus operaciones.
Ya hemos visto cómo las tabaqueras suelen excluirse de los universos de inversión responsable debido al impacto catastrófico que tienen sus productos en la salud de las personas. Se trata de un ejemplo extremo, pero las mejoras marginales en la rentabilidad de la inversión pueden basarse en entender a todos los niveles los riesgos asociados a un producto y las posibles externalidades negativas. La seguridad alimentaria, el contenido de los medios de comunicación (redes sociales), los estándares de construcción, las políticas generales de fijación de precios y la calidad del servicio al cliente son algunas de las muchas formas en que los productos, los servicios y las operaciones de las empresas pueden afectar al bienestar social general. Los gobiernos y los reguladores tienen que desempeñar su papel, pero los inversores deben entender la huella social de las empresas en las que invierten.
En última instancia, queremos invertir en empresas que crezcan y recompensen a los inversores a lo largo del tiempo. Las empresas con organizaciones bien gestionadas que se centren en sacar el máximo provecho de sus empleados deberían entrar en esta categoría. Entender los riesgos es importante, pero también lo es entender la cultura que fomenta el crecimiento sostenible. Es probable que tras la pandemia de COVID-19 los empleados valoren un enfoque más flexible respecto al número de horas trabajadas, la ubicación y los beneficios, haciendo hincapié al mismo tiempo en la igualdad de trato.
También es probable que los clientes sean más exigentes, especialmente mientras se enfrentan a una crisis del coste de la vida. Los presupuestos de los hogares son la preocupación inmediata y significativa, pero con el tiempo los gustos de los consumidores también están cambiando para reflejar una mayor concienciación sobre los problemas sociales. La forma en que las empresas gestionan sus políticas de precios, especialmente en sectores que suministran necesidades básicas (alimentación, energía, vivienda) es algo que los inversores deben tener en cuenta. En cierta medida, la cuota de mercado a largo plazo podría basarse en la forma en que las empresas tratan a sus clientes durante tiempos de tensión económica, obviamente con la necesidad de equilibrarlo con la viabilidad comercial.
Cambio positivo y posibles retornos a largo plazo
Queremos invertir en empresas que produzcan bienes y servicios que beneficien a la sociedad. La biotecnología es un ejemplo de un sector que debería verse a través de esta perspectiva social, ya que tiene el potencial de hacer un profundo bien en términos de lucha contra las enfermedades y prolongar la vida productiva. El ámbito médico es claramente un área en la que la tecnología y la innovación están en última instancia orientadas hacia un resultado social positivo. En el ámbito de la tecnología, la prestación de servicios de seguridad de datos tiene un bien social contra aquellos que pueden tratar de aprovechar la capacidad de acceder a la información personal.
No hay suficiente margen para enumerar todas las tecnologías y servicios potenciales que, si se proporcionan de manera sostenible, pueden contribuir a cambios positivos en el bienestar social. El reto para los inversores es desarrollar marcos para entender los riesgos sociales en las empresas, identificar líderes que hacen de lo social un activo clave en el desarrollo de sus negocios y entender la viabilidad comercial a largo plazo de los productos que generan el bien social.
La inversión de impacto es un enfoque. Al utilizar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, las gestoras de activos pueden proporcionar estrategias de inversión con objetivos sociales claros, con un universo de inversión de empresas cuyas actividades se espera que contribuyan a ese objetivo.[1 ] Por ejemplo, centrarse en los ODS «Salud y bienestar» y «Ciudades y comunidades sostenibles» destaca una serie de empresas cuyos productos serían relevantes. Los datos están surgiendo para respaldar estos objetivos sociales claros y ofrecer una evaluación de cómo los productos y servicios se hacen accesibles y asequibles para las comunidades que más los necesitan, que es la base de la inversión de impacto.
Como inversores responsables, queremos generar retornos sostenibles a largo plazo sin perjudicar al planeta ni a las personas. Podría decirse que las mejores empresas serán aquellas que optimicen el valor de su activo más importante: sus empleados. Parece sencillo, pero las empresas que tratan bien a sus empleados y minimizan los costes sociales de sus operaciones serán, en nuestra opinión, las que logren crecer ofreciendo bienes y servicios que contribuyan a mejorar las condiciones sociales que puedan beneficiar a los inversores en general.
Las cuestiones sociales son fundamentales para invertir, ya que se refieren a actividades básicas como el suministro de alimentos, energía y refugio, así como el acceso y la inclusión en la educación, los servicios financieros, el empleo, la tecnología y el entretenimiento. En todo el espectro, los inversores activos centrados en la sostenibilidad pueden respaldar a las empresas que obtienen una buena puntuación desde una perspectiva social en todas estas dimensiones económicas. La inversión activa y responsable es la clave para entender cómo los factores sociales pueden contribuir a un retorno sostenible superior a largo plazo.
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