Alimentación sostenible: ¿una nueva temática en el menú para los inversores?
El cambio hacia una alimentación más sostenible continuó a lo largo de 2020, como ilustra el aumento de los objetivos en materia de emisiones y desperdicio de alimentos de diversos partícipes líderes de la industria alimentaria.
El interés de los consumidores en dietas limpias y sostenibles sigue centrándose en diferentes cuestiones, como el desperdicio de alimentos, las millas aéreas, las etiquetas limpias, las opciones vegetarianas, la carne producida en laboratorio y los productos orgánicos.
El veganismo es una de esas opciones de dieta y estilo de vida cada vez más generalizadas, y el auge de su popularidad queda patente en las 500.0001 personas que se unieron al reto Veganuary este año, el doble de las que decidieron hacerse veganas en enero de 2019.
El veganismo también puede encajar con los planes de los Gobiernos para reducir las emisiones de carbono, pues un menor consumo de carne implica menores emisiones a escala nacional.
Sin embargo, si bien se trata de una tendencia al alza para los consumidores, invertir en ella dista de ser salgo sencillo.
Uno de los principales problemas es la falta de empresas especializadas puramente en este ámbito. Por ejemplo, en el mercado están entrando muy pocas empresas dedicadas únicamente a productos veganos que se ofrezcan directamente al consumidor, y los supermercados convencionales están ganando adeptos en el sector ofreciendo comidas veganas de marca propia en el punto de venta.
Aunque los supermercados ofrecen exposición a productos veganos, el impacto de las ventas de estos alimentos en sus beneficios es actualmente tan reducido que clasificarlos como valores veganos resultaría toda una exageración. No obstante, existen otras opciones.
Valores de alimentos sostenibles
Aunque en los mercados bursátiles de todo el mundo hay pocas empresas puramente veganas, existen otras formas de comer de un modo más sostenible, y numerosas compañías ya están trabajando para incidir de un modo positivo en las perspectivas no solo para los valores alimentarios, sino también para el medio ambiente.
Un ejemplo es DSM, que opera en el mercado de los ingredientes alimentarios. DSM está trabajando para producir fuentes de alimentos alternativas para explotaciones piscícolas, que actualmente dependen de un tipo de proteína denominada Fry para su alimentación.
DSM utiliza algas en lugar de Fry para ofrecer mejores nutrientes a sus poblaciones de peces, lo cual está contribuyendo a aumentar la sostenibilidad de las explotaciones piscícolas en adelante.
La agricultura de precisión es otro ámbito en el que debemos fijarnos en busca de empresas que aspiran a fomentar un cambio real en el suministro de productos de alimentación; un ejemplo es John Deere, dedicada a la maquinaria agrícola. Esta empresa estadounidense ha desarrollado considerablemente su negocio en la última década, y creo que su uso de la tecnología y los análisis de datos podría llegar a suponer un cambio real en la producción de alimentos en el futuro.
Deere utiliza una plataforma de arquitectura abierta que permite a sus clientes analizar, en una medida muy granular, el rendimiento de sus campos, qué métodos —y agentes químicos— se están utilizando en las diferentes explotaciones y, a continuación, compartir esta información con sus clientes para que puedan comunicar, con un grado de certeza cada vez mayor, qué contienen exactamente los alimentos que producen.
Además, también existe la tendencia de aumentar los rendimientos de los propios animales: por ejemplo, gracias a los avances científicos, las modificaciones en la cría de ganado pueden mejorar la calidad de la carne que se produce y su cantidad.
Una empresa que consideramos que se encuentra a la vanguardia en este ámbito es Genus, pionera en genética animal, para contribuir a crear programas de cría más eficientes para los ganaderos. De nuevo, ello ejerce el efecto en cadena de reducir el impacto medioambiental de producir carne, lo cual es importante, pues, aunque cada vez más personas deciden dejar de consumirla, muchas otras optarán por seguir comiéndola.
Tendencia a largo plazo
Cada vez más Gobiernos y empresas están situando la reducción de las emisiones en el epicentro de sus políticas y estatutos, y esta década se está perfilando como un periodo fundamental para emprender acciones contra el cambio climático.
Los alimentos que consumimos tienen, en este sentido, un impacto enorme a largo plazo. Según un informe, la producción de carne y productos lácteos va camino de superar al sector de los combustibles fósiles y ser la industria que más contribuirá al calentamiento mundial en los próximos años. Organizaciones sin ánimo de lucro como Institute for Agriculture and Trade Policy y GRAIN sostienen que supondrá el 80% de las emisiones autorizadas de gases de efecto invernadero en todo el mundo para 2050.2
Ante este tipo de dinámica, se plantea un problema global que exige soluciones globales, por lo que las empresas que puedan ofrecerlas podrían lograr un mayor éxito.
La clave está en saber discernir. No todas las empresas centradas en la sostenibilidad ofrecerán los retornos deseados a largo plazo, por lo que la selección de valores es fundamental.
Lo que nadie duda es la necesidad de contar con soluciones para estos problemas tan reales, y esperamos que esta temática pueda llegar a estar más presente en las carteras de los inversores a lo largo de los próximos años.
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